A pesar de que hoy en día no existe ningún tratamiento definitivo para esta enfermedad, la fisioterapia pretende aliviar los síntomas, modificar la evolución de la enfermedad e intentar que la persona tenga las menores secuelas posibles después de un brote, para hacer que la calidad de vida de la persona sea la mejor posible. Se pretende reeducar y mantener el control voluntario, así como las reacciones de equilibrio y enderezamiento, mantener las amplitudes articulares y luchar contra las retracciones y la espasticidad, evitar la atrofia muscular y que la persona pueda andar el máximo de tiempo en el supuesto de que sea posible.

Ante esta enfermedad crónica, el psicólogo hace un trabajo sobre la angustia y depresión que generalmente sufre la persona afectada, se refuerzan los recursos internos para adaptarse a un nuevo estilo de vida impuesto por la enfermedad.

Así mismo se encarga de las actividades encaminadas a la preservación de las funciones cognitivas que incluyen ejercicios de memoria, de atención o de resolución de problemas entre otros.